Nora: Una meretriz chilanga. Nora Eliza estudia literatura. Le gusta mucho leer poesía, novela, revistas y de todo. Está convencida de que no hay cánones para ser una buena o mala lectora… lo importante para ella es leer. Además, le gusta el arte en todas sus expresiones. “Disfruto bordar, a veces grabo en linóleo, o hago pulseras y collares teñidos en hilos encerados, “macramé”… antes tejía en telar de cintura pero lo dejé de hacer y lo he olvidado. Me fascina escuchar todo tipo de música, y adoro bailar.”
Otras de sus actividades preferidas son andar en bicicleta mientras escucha música, ver series y visitar iglesias “porque me gusta buscar frases en latín y admirar la arquitectura, nichos y demás dentro de ellas.” También le gusta visitar bibliotecas y permanecer ahí largos ratos.
Lo más importante y lo que más ama en la vida es a sus familias: la que le tocó de manera biológica, con su madre y su hermana, y la que ella ha elegido, integrada por redes que la han rescatado y apoyado, con amor y brazos abiertos.
Margot, como también se hace llamar, sueña con que haya menos violencia en contra de las mujeres, con el reconocimiento de su trabajo y con tener garantías para una vida con derechos; una vida común y corriente, libre de discriminación.
Su propósito es llegar a generar un taller en donde se compartan saberes y oficios entre sus compañeras para dar continuidad, enriquecerse mutuamente y tener otras alternativas en las temporadas que no son favorables para su sector.


Sus inicios como trabajadora sexual fueron en el 2019, en la Ciudad de México. Ha trabajado en cabinas, ha fichado, trabajó un tiempo en Tlalpan y ahora utiliza redes sociales como twitter e instagram. Ahora también trabaja en AMETS, una alianza que genera redes de apoyo entre hermanas trabajadoras sexuales, “Buscamos apoyar a compañeras trabajadoras sexuales en situaciones vulnerables, ya sean migrantes, de la tercera edad, madres solteras, compañeras trans y cualquiera que nos requiera”.
AMETS y CAIT son ahora esa segunda familia para Nora. Comenzó como voluntaria en AMETS y su calidez, cariño y lucha, la impulsó y la hizo admirar mucho a sus compañeras.
“Al involucrarme en el proyecto de “haciendo calle”, sentía un cariño y satisfacción enorme cada que conocía a más compañeras… y supe que no estaría sola. Comprendernos entre nosotras como trabajadoras sexuales inmersas en adversidades, es un acto de amor muy bonito.”
“Encontré en el trabajo sexual fortalezas y seguridad en mi persona. El miedo que nos envuelve en la profesión también puede ser un impulso para fortalecerte. Emociona saber que a pesar de malos momentos, siempre vendrá un día nuevo.”
Margot entristece cuando se entera de cosas que afectan a sus compañeras trabajadoras sexuales. “Hace unos días una compañera nos pegó un susto enorme porque no sabíamos nada de ella después de que nos avisó que daría un servicio a domicilio. Fue una angustia y tristeza impresionante. Afortunadamente no pasó a mayores, solo se quedó sin batería y saldo.”


Dentro del trabajo sexual se encuentran con estigma y criminalización. Al no haber reconocimiento del trabajo sexual, hay vulnerabilidad para las personas que lo ejercen. Además, “no podemos acceder a créditos de vivienda, y hay dificultades para acceder a servicios de salud, lo que es peor cuando alguna compañera es agredida. Muchas compañeras son migrantes y son víctimas de racismo.”
Su entorno de trabajo es inseguro por donde se le vea: machismo, racismo, la transfobia y demás salen a relucir, expresándose lamentablemente en asesinatos o atentados contra sus vidas. “También hay una revictimización por parte de las autoridades en el momento en que queremos denunciar alguna violencia; se nos señala como culpables por ejercer el trabajo sexual o se nos cataloga con delitos menores aunque la violencia haya sido al punto de un posible asesinato.”
A lo que aspiran las trabajadoras sexuales es a tener derechos laborales como en un trabajo cualquiera y acceder a la seguridad social: algo así como el modelo de despenalización del trabajo sexual desarrollado por colectivos de trabajadoras Sexuales en Nueva Zelanda.
Para Nora, la empatía y la eliminación de prejuicios que señalan a las trabajadoras sexuales es un paso fundamental que debe dar la sociedad.
“Detrás de cada una, de cada compañera en el trabajo sexual, hay una historia de lucha que desconocemos, por lo menos por respeto, valdría no emitir juicios a la ligera. No sabemos todo lo que se carga en el interior en un trabajo donde nos jugamos la vida día a día.”
Tú puedes ayudar a construir una sociedad en la que vivamos sin miedo a ser quienes somos. Un México diverso y justo también para las trabajadoras sexuales, en el que nadie pueda matar nuestros sueños con su odio. Un país seguro, también para las personas trans.