Hilando nuevas realidades. Nadia es una mujer que disfruta de la vida, viajar, conocer a más mujeres -todas diversas y en distintas direcciones-, subir al cerro más alto y mirar el verde las hojas de los árboles, oler la tierra mojada y escuchar el canto de las aves, para sentir que no estamos solas en los momentos más difíciles de nuestras vidas. Le gusta reír a carcajadas con una buena compañía. Ella teje redes desde las comunidades más alejadas. “Mi papá me decía: cuando te mueras no te vas a llevar nada más que la satisfacción de haber conocido muchas personas y lugares, viaja mientras puedas.”
Nadia Maciel Paulino tiene 39 años. Nació en el pueblo de San Martin Tixtlancingo, municipio de Coyuca de Benítez, Guerrero, México. Orgullosa de tener raíces nahuas y de ser mujer, le entristece que haya mucha violencia contra las mujeres y niñas.
Durante toda su vida se ha enfrentado a todos los tipos y formas de violencia. Ha aprendido a defenderse y llorar para limpiar el alma y continuar su camino. Para ella es importante sembrar y cosechar más oportunidades para las mujeres y niñas e hilar nuevas realidades para las próximas generaciones.
Por eso es activista, feminista, defensora de derechos humanos, en especial de los derechos sexuales y reproductivos. Sueña con un mundo más justo y equitativo, donde mujeres y hombres puedan andar por los mismos caminos, en un ambiente de armonía, respeto y sin miedo a ser.
Es una mujer fuerte, guerrera, resiliente, que aprendió a vivir con libertad. Ella busca que otras mujeres también se sientan libres para vivir sin miedo; que puedan desdoblar sus alas -muchas de ellas fueron lastimadas-, y volar en búsqueda de la felicidad.


En el movimiento de mujeres indígenas a las primeras que conoció y sus referentes son Martha Sánchez Néstor, Felicitas Martínez Solano y Libni Iracema Dircio Chautla. En el movimiento amplio de mujeres, Carmen Gardea Fajardo, María Luisa Garfias Marín, Emma Cerón Díaz y Olimpia Jaimes. Le han acompañado en su camino y luchas: la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos en México, el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, la Red de Promotoras y promotores de la ddeser Acapulco y Fondo Semillas. Con la REMJINA se convirtieron en familia por elección. Iniciaron un trabajo por los derechos de los pueblos indígenas y afromexicanos y se convirtieron en hermanas del alma.
Las compañeras de la Casa de la Mujer Indígena del Cerro del Carrizo la adoptaron como parte de su pueblo. Ha caminado con la Casa de Salud Manos Unidas de Ometepec Guerrero y recientemente con las compañeras de la Casa de la Mujer Indígena La Abuela Sabia de Ayutla de los libres y el Feminismo Comunitario en Guerrero. “Por supuesto que son más personas, organizaciones y colectivos. Los cambios los haremos juntas y unidas, pero si nos descuidamos como mujeres, estamos siendo incoherentes e incongruentes y nos violentamos a nosotras mismas.”
Fuera del activismo, le apasiona bailar o danzar diferentes ritmos, que su corazón vibra de emoción “al moverme como me dé la gana.”
La historia de cómo ha llegado hasta donde está es larga. “Cuando a mi abuela Cristina le preguntaban si ya me había enseñado a hacer tortillas y los quehaceres del hogar, ella respondía: mijita no nació para la cocina, ella nació para los libros.” Nadia creyó en esa frase de su abuela y se alejó, desde muy niña, de los quehaceres que se supone debe hacer una mujer en su comunidad.
“Mi mamá me enseñó a abrir mis alas, me impulsó para volar por otros cielos; pese a que no quería separarse de mí, siempre me apoyó en mis locuras.”


Su abuela sembraba árboles en cualquier lugar, en los caminos, ella era una niña y no entendía. “Cuando le preguntaba: ¿abuela porque siembras esas semillas en el camino y no dentro de tu corral?”, ella respondía: “Para que tú puedas comer ahora, otras personas que ni conoces sembraron hace muchos años, porque hay plantas que tardan años en dar… por eso yo siembro en el camino para que cuando otra gente pase por aquí, coman. Si las siembro adentro de mi corral, quizá no podrán entrar y comer, porque yo ya no estaré”. Por esa historia decidió ser defensora de derechos humanos y activista; para sanar sus heridas y para que otras mujeres no vivan lo que ella vivió. “Que tengan otras formas de vida, libres de violencia, independientes, autónomas y felices.”
Una persona que no tiene idea de lo que ella ha vivido, ni de los impactos de la violencia, puede empezar por amarse a sí misma, por abrazar o acuerparse con otras mujeres. Disfrutar de la vida, aprender a reconocer sus errores para mejorar. Simple y sencillamente hacer lo que le apasiona, lo que le satisface, lo que la hace feliz, para generar un cambio en su vida.