Alessa, sonrisa de luna. Tenía el cabello como la cascada de un río de noche. Sus ojos eran profundos, su mirada fija y su sonrisa de luna. Sus palabras eran directas. Usaba tacones luminosos y los hermosos tatuajes en su piel la hacían de colores. Amaba pintarse las uñas y hablar de amor con nosotras, sus amigas.
Soñábamos con vivir juntas. Tener una casa en la que cada una tuviera su espacio y en dónde nos sentáramos por las mañanas a desayunar. Éramos su familia: la que eligió después de tener que salir de Tabasco por falta de oportunidades.


Alessa Flores no titubeaba cuando defendía su derecho a existir, pero la violencia de una persona fue suficiente para negárselo. Sus sueños, nuestros sueños, fueron frenados por el odio. Hoy ese desayuno ya no es posible, porque nos tocó reconocer su cuerpo en un ministerio público.
Nadie debería tener que vivir el momento en el que te informan que tu entrañable amiga fue asesinada en un hotel. Sabemos que defendió hasta el último momento su derecho a existir, porque encontraron rastros de sangre de su agresor en sus uñas… esas que nos pintamos juntas tantas veces.
“Este mundo me discrimina si soy morena, si hablo un dialecto, si soy trans. Este mundo me discrimina si mi herramienta de trabajo son un par de tacones y diez condones que me regala el seguro social”, decía Alessa.
Y la mató la transfobia. La mató el odio contra quién se atreve a ser fuera de las normas que nos imponen.


Aún así, la memoria de Alessa sigue con NosoTrans, sus hermanas.
Hoy exigimos justicia por su asesinato y por toda la discriminación que experimentó en vida: desde la privación de oportunidades hasta la negativa al derecho elemental de entrar a un baño.
Tú puedes ayudar a construir una sociedad en la que vivamos sin miedo a ser quienes somos. Un México incluyente, en el que nadie pueda matar nuestros sueños con su odio. Un país seguro, también para las personas trans.