Una amistad incondicional. Adriana Alanís creyó toda su vida en la amistad. Ese sentimiento afectivo hacia una persona que no es tu familia, en la cual están asociados valores fundamentales como el amor, la lealtad, la solidaridad, el ser incondicional, la sinceridad y el compromiso. Para ella, una gran amistad se cultiva con el trato cotidiano y el interés recíproco a lo largo del tiempo.
Ella sabe que ningún ser humano es perfecto y que todas las personas cometen errores, pero está convencida de que “no nacimos para perjudicar a los demás”. Sin embargo, cree que a muchas personas hoy en día no les importa pasar por encima de otras con tal de lograr sus objetivos personales.
A lo largo de los años Adriana ha llamado amigos o amigas a mucha gente, pero equivocarse con dos personas le costó muy caro.
Confió en un hombre y una mujer a quienes les brindó su ayuda pensando que su relación era recíproca, sin imaginar el daño tan grande que le harían a ella y a su familia. “Gracias a esas dos “grandes amistades” conocí aquél lugar del que nadie quiere hablar y mucho menos conocer: la prisión.” Uno de esos “amigos”, era su jefe.


Estuvo recluida durante cuatro años y medio cumpliendo una pena en el Reclusorio Femenil de Santa Martha Acatitla, tras ser acusada del delito de robo agravado por haber tomado $120,000 de la institución financiera en la cual laboró durante 13 años, cuando estas personas le pidieron ayuda económica para resolver un problema.
Ella pensó que responderían y darían la cara por ella, pero no fue así. “Fue una puñalada por la espalda, no respondieron a la confianza que les tuve algún día y me llevé la gran sorpresa de que me dejaron sola en el momento que más los necesité.”
“Tuve que ejercer el papel de pagadora, porque ellos no quisieron pagar el dinero que había tomado de la bóveda que estaba bajo nuestra guardia y custodia.”
Adriana reconoce su responsabilidad: “Ese dinero no era mío. Sin embargo, por no saber decir NO y tener un acto de solidaridad y amistad, no lo pensé y lo presté.” Con el paso del tiempo, ha logrado curar el odio y rencor que durante varios años albergó en su corazón. “Una gran lista de personas me dieron la espalda. Pero, ¿para qué recordarlo?”


Cuando salió de aquel lugar, la cárcel, comenzó una nueva vida llena de un sinfín de experiencias y aprendizajes. Poco a poco, a través del tiempo, ha recuperado su seguridad y la confianza en ella misma.